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Tomamos decisiones todos los días. Algunas de esas decisiones son más trascendentales, la mayoría tienen que ver con cosas pequeñas como “qué como”, “qué compro”. Todas nuestras decisiones nos mueven en direcciones que la mayor parte del tiempo no tenemos idea dónde nos van a llevar. Tampoco somos conscientes de cómo lo que decidimos o dejamos de decidir nos lleva a un presente  que no queremos, que no estamos preparados y del cual no sabemos cómo salir.

En mi trabajo veo constantemente parejas, muchas de las veces que veo parejas me toca ayudarlos  con situaciones de infidelidad. Las decisiones y acciones que llevaron a una persona a ser infiel se originan en un momento, un instante donde la persona pensó, o “eligió” pensar que su decisión no le afectaría ni afectaría a más nadie. La persona activamente reduce la importancia de su acción, en muchos casos no solo le resta importancia sino que lo justifica y hasta lo valida, “he trabajado muy duro en esta relación y tengo derecho”, “le he dado lo mejor a él/ella, me he sacrificado mucho y ahora me toca a mi”.

La forma cómo pensamos, la forma cómo diseñamos nuestra trampa mental en la que caemos es una distorsión, es un espejismo que se alimenta de aquello que deseo, quiero. La mayor parte del tiempo cuando la infidelidad es descubierta, la palabra que más escucho es “accidente”. Esta es una palabra que aplica a una situación sorpresa, inesperada. Muchas infidelidades son resultado de planes, estrategias para lograr la meta, existe una inversión de energía la mayor parte del tiempo motivada por lograr lo que se desea: que se dé la infidelidad. Qué se ramifica después de eso, en sí es inesperado y tal vez sea el accidente. El momento que lo genera no.

Hasta este momento pareciera que una infidelidad debe terminar en una separación o en un divorcio, no, no siempre es el caso. A veces porque uno de lo dos miembros de la pareja desea que se resuelva la situación más y más rápido que la otra parte. A veces porque la infidelidad para alguno de los dos o los dos no es tan importante. En algunas ocasiones sucede algo asombroso que es cuando los dos miembros de la pareja desean resolver el problema y desean mejorar la relación.

En el momento en que la persona que cometió la infidelidad se hace consiente del daño que ha provocado y se hace consciente que ha caído en la trampa de su propio deseo, puede surgir el fuerte deseo de querer reparar el daño realizado y si hay mérito en la relación para intentarlo; estas personas lucharán a favor de lograr que ambos se recuperen y puedan seguir. ¿Cuál es la probabilidad que ocurra? No lo sé. En ocasiones me toca ver parejas que pareciera no pudieran superar la crisis en la que están, y lo logran. Otras veces parejas que pareciera no tienen un conflicto tan grave acaban divorciándose porque no logran hacer el salto del “yo” al “nosotros”.

Comencé hablando de decisiones y cómo esas decisiones acaban llevándonos a cambios así sea que los busquemos o no; y es en este momento cuando la pregunta se hace más clara: si todo lo que hago me lleva a cambiar, ¿cuándo voy a elegir las decisiones que me lleven a cambiar en la dirección que deseo?

 

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